Ya empiezo a comprender ciertas
cosas. Sigo adelante, avanzo, y obtengo respuestas. Sigo este largo periplo que
me lleva por las entrañas de la vida y qué a un final certero me conduce. Creo
que las cimas, esas cimas altas y verdes que a lo lejos veo, son una alegoría
fúnebre de mi posible destino.
-Recordé algo de mi pasado-. Tuve
un amor. Me acompaño largas horas bajo aquel hayedo, ya que nos dejaba sitio al
amor tan prohibido que entre nosotros había. Pues, recuerdo a un joven, algo más alto
que yo. Con ojos verdes como la hierba de esta pradera. Era delgado. Tenía el
pelo de un tono caoba. Era el chico más hermoso que había visto. No se por que,
pero el se fijo en mi. Fue algo fugaz, pero nos gustamos al instante. Y las
horas más felices de mi vida acompaño.
Tenia una voz que me hipnotizaba al
tiempo que sus ojos me encarcelaban a el y en un beso, en un largo beso me
perdía... Es lo más feliz que hasta la fecha he podido recordar, o creer
recordar. Estoy seguro que este recuerdo es real. Lo recuerdo todo con bastante
detalle. Tanto que hasta las amargas lagrimas brotan de mis ojos al recordarle.
¿Qué fue de el? ¿Por qué la vida me castiga así? -Se que no obtendré respuestas-.
“!Ah¡ que fino velo de angustias.
!Ah¡ que fino velo de soledad y heridas
al alma henchida de sin sabores.
!Ah¡ que triste soledad de días.
¿He de olvidar al amor que me cegó?
¿He de olvidar con dolor y pena
al alma herida que mi mano busca?
He de olvidar.”
Es así. No hay por donde mirarlo.
Llegue al pie de una cascada. El agua rompía con fuerza. Las aguas eran
trasparentes, -eche un trago-. Me detuve un rato y contemple la cascada. Era…
como un fino espejo, de en quien me he convertido. Sutiles imágenes se
proyectaban sobre las aguas. Premonitorias, y preconizadoras de algo cercano.
No le di importancia. Solo descanse. Y mi camino al alba acompañé.
El cuervo, que tan servil
acompañaba mi periplo volvió de entre las sombras, y su tañido de muerte, de
nuevo a mi oído finos ecos de mortuoria apariencia en mis adentros escupía.
-Mis
palabras-, lisonjas. Adornos finos y mal elaborados. Susurros del viento con
quien, largas charlas mantengo. Cada día nuevos caminos emprendo. Como siempre,
esas altas cimas veo. Sigo sin saber en que día, mes, año y hora vivo... creo que
lo he conseguido. En cierta manera, he conseguido vivir al margen del tiempo, por que... sin duda, Kronos, es el único
gran dios, todos vivimos presa de su capricho. Mas yo, aquí, he conseguido
escapar de su cruel aprisionamiento. Ya no lo venero, como antaño hice. Hubo
una época, en la que mi día a día, consistía en un horario, cada maldito
segundo al milímetro. Cuando comer, cuando dormir. Una prisión hábilmente
tejida. Los grilletes de un día a día demoledor en el mundo de los negocios.
Eso fue antes de retirarme a la paz de mi solariega y atesorar la vida bajo mi
hayedo, junto a mi amado. -Pues amalgame gran fortuna-. No se donde iría a
parar, pero nadaba en la abundancia. Lo suficiente como para eludir mis
responsabilidades y vivir al margen de la civilidad que muchos hacen en gala
solo cuando es necesario. Me retire de la vida pública y me entregue a mi amado
y a mi mismo. No di cuentas a nadie. Solo a mi mismo. Vivíamos perfectamente,
pues nadie criticaba nuestro amor prohibido. Pero... No se por que...pero, cerre los
ojos y un ataúd vi. No lo entiendo. Por un momento, un estúpido pensamiento
broto. Era mi amado el que estaba en aquel ataúd. Me dije que no. Era
imposible. Si el esta muerto no merece la pena seguir adelante. Mas, ¿es real,
o solo fruto de mi mente? ¿Acaso lo cree de la nada, como mi fortuna? Prefiero
pensar que no es así. Que es real, y que me esta buscando. Que piensa en mi
igual que yo pienso en el.
Escritos Lovecraftianos.
Rhöd Deutsch, El Relato Surrealista.