martes, 4 de noviembre de 2014

El Valle. X

Y si…, y si por un momento, pienso que esto es mi tierra. Donde yo nací y contemple, siendo aun muy párvulo, como el mundo evoluciona a mis infantiles ojos. El progreso, era rápido, pues en poco tiempo cambio de gran manera el mundo como lo veía. Yo…, yo prefería permanecer a la sombra de mi hayedo, ajeno a todo lo que pasa. Aquel hayedo, daba una sombra fresquita en la que podía dormitar. Y en la que podía contemplar las hojas mecidas por el viento de media tarde. El sol, entre las hojas, mi cara acaricia con sus cándidas manos. Era muy feliz. Lo que diera por volver a estar entre las ramas de mi hayedo. El trino amanerado de los pajarillos de la viña. Vivia en una ciudad. Pero aun así, mi casa quedaba un poco a las afueras, y mi familia, era ciertamente adinerada. La finca familiar era muy amplia. La mansión tenía hasta bosques y un río. Recuerdo el lejano rumor del agua. Alegre siempre, pues el río no distaba mucho de mi hayedo. Abrí los ojos. La realidad me cegó en ese momento. Volvía a estar en valle. El sol empezó a descender y el cielo a enrojecer. La noche se cernía sobre mí, y no había cobijo. La luna, era inexistente. Pues una absoluta oscuridad me aprisiono. Me quede quieto, inmóvil, no podía caminar. Era imposible. Me tumbe. Cerré los ojos con la esperanza de volver a algún sitio conocido. Pero mi mente no estaba por la labor. Oí al cuervo, no debía de estar muy lejos. Pero no entendí como podía volar, en la completa oscuridad de esa extraña noche sin luna, ni estrellas. El cuervo cantaba y con el a un profundo sueño me llevaba… La luz volvió, pero… estaba en otro sitio. El verdor y las altas cimas se habían convertido en arena blanca. Una inmensa extensión de blancas arenas en la que se fundían el cielo con la lejanía. Era un desierto. Gire un poco la vista y entonces atisbé una formación rocosa, estaba muy lejana pero fui hacia ella. Cuando llegue. Un extraño ser dormía sobre la piedra. Tenía cabeza de gato en un cuerpo escamado de reptil. Alado como el cuervo y grácil como un cisne negro.  Y una larga cola acaba de un apéndice que bien parecía venenoso. Di un paso atrás, contenido, sin brusquedades, pero… el ser despertó y se evaporo. Me acerque hasta donde ese extraño ser estuvo tendido. No di explicación de ello, me gire. Y en mi retaguardia, ante mi el extraño ser me miraba fijamente y con su aguijón me apuntaba. El ser, abrió la boca y dijo…. 

Rhöd Deutsch. Escritos Lovecraftianos.
El Relato Surrealista.

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