martes, 14 de abril de 2015

El Valle. XV (Final)

El calido sol de la mañana empezaba a dejarse ver y entraba por los viejos ventanales. Habían pasado ya diez horas desde que mate a mi novio, su cuerpo empezaba a despedir cierto hedor y a hincharse. El sol hacia ver un cierto efecto de luces y sobras sobre los objetos y el cuerpo inerte que se encontraba a la altura de la puerta de mi estancia. No dejaba de contemplarlo y de pensar en lo que había hecho. Estaba, buscando dentro de mí una sola pizca de culpabilidad, pero no la encontraba. No me arrepentía y mentalmente lo recreaba una y otra vez. No dejaba de darle vueltas y que quería repetirlo. Estuve allí, inmóvil durante horas, el sol ya empezaba a caer por el horizonte, un precioso atardecer. En ese momento, me dirigí y al baño. Me quite la ropa y me di una ducha. Acto seguido me seque y me dirigí a mi cuarto para vestirme. Abrí el armario, era un armario antiguo, con ciertos indicios de polillas y la madera algo quebradiza ya. Pero tenía unas hermosas tallas. Cogí un pantalón azul marino y una camisa a cuadros de tonos rojos y granates. Me calcé unos zapatos negros y salí a dar un paseo por la ciudad. Cuando salí era ya de noche. Cogí el paseo de las arboledas. Los árboles tapaban las farolas y solo quedaba una luz indirecta, tenue, que cubría todo con un fino manto de misterio. Con cierto sigilo me quede entre los árboles, esperando a que pasara la perfecta victima, vi a lo lejos la figura de una joven. Alto, muy delgado. Según se acercaba mas atractivo me parecía. Salte sobre el, para inmovilizarlo y comencé ha estrangularlo. Apenas podía gritar, sus rasgos se me mostraron más claros. Tenía los ojos azules, como una limpia mañana estival. El pelo de un tono cobrizo y de tez morena. Tenía un pequeño lunar hacia el pómulo derecho. Por fin cedió y quedo su cuerpo inerte y sin vida en la acera del pasea de las arboledas, no pude contener el deseo de besar esos preciosos labios. Acto seguido me fui en busca de la siguiente victima. No sin antes ocultar el cuerpo sin vida.

Salí del paseo de las Arboledas, para el que no lo conozca bien, de noche puede ser un poco laberíntico y me dirigí al este de la ciudad. Era la zona más próxima al río. Eran ya cerca de las doce de la noche. No aullaba ni un alma en los lindes del río. Me senté en un banco para poder escuchar el murmullo del agua. Que detenido se encuentra ahora mismo el tiempo. Casi puedo sentirlo pararse a mi alrededor y detenerse por un instante. Miro el reflejo de la luna sobre las aguas del río. Como la distorsionan y embellecen. Oigo un suave taconeo. Era una mujer de fina apariencia. Vestía elegante. Un vestido de encaje con volantes. Parecía venida de una de estas galas que se celebraban en el gran teatro de la Opera de mi ciudad. Recuerdo haber asistido en más de una ocasión años atrás. Aunque a mi me parece tan lejano como una vida pasada. Cuando paso a mi lado me levante. La agarre y la puse una mano en la boca de tal manera que tapara también la nariz. Apreté hasta que perdió el conocimiento. Cargue su cuerpo y con sigilo la lleve hasta una caseta que sabia estaba abandonada a escasos kilómetros de allí.

Estaba todo muy oscuro, el murmullo de grillos y el correteo de las aguas del río hacían de banda sonora a lo que se sumaba el desaforado latido de mi corazón. Llegue a la cuestecita de grijo que iba hacia la caseta. Estaba todo tan hostil. Debían de ser ya las dos o las tres de la madrugada. Entre en la cabaña y amordace a mi victima en una de las viejas vigas de madera un tanto podrida. Cuando vi el resto de la chica aprecie unas arrugas y una contenida expresión que la situaba entorno a los cuarenta años. Busque un objeto cortante y desgarre su vestido. Nunca me agrado ver una mujer desnuda. Era grotesco. Una abominación. Por que estos seres tan impíos existen a parte de para perpetuar la especie a la que he de pertenecer. Especie que destruye y que es como un cáncer para este bello paraje de vida y paraíso perdido en el cosmos. La degollé el cuello y allí la deje, desangrándose. Salí de la caseta y fui al norte, lo mas al norte que pude hasta el pueblo mas cercano. Llegue a un viejo camino de asfalto, ya muy cuarteado y sin mantenimiento que se abre desde la entrada del último chalet del pueblo hacia la espesura del monte. El camino, tras una pronunciada cuesta termina en una pequeña finca particular de construcción muy reciente. A un poco más de la mitad se encuentra a la derecha, una vieja socarreña, propiedad de un anciano agricultor dueño del chalet que antes mencione, y que poseía un importante número de acres de monte. Subí por aquel camino de asfalto hasta un poco mas de la mida. A mi derecha, un pequeño puentecillo de piedra y argamasa en un estado muy aceptable. Y al otro lado del mismo puente, había una fuente y unos bancos de piedra. Me senté un rato en aquellos bancos de piedra y me tumbe. Miraba las altas y gruesas ramas de los robles y de fondo el murmullo del regato. Mire la socarreña. Era bastante amplia y había herramientas. Pensé, era un buen lugar para descuartizar un cuerpo. No se por que, pero es lo primero que pensé. ¿Qué me podía impulsar a pensar en sesgar otra vida? No se la respuesta, es posible que… me haya convertido en un sanguinario asesino. Es posible que haya perdido mi humanidad y la cordura. Solo puedo pensar en matar y en el intenso placer, cercano al orgasmo que me produce tales actos. Pensé, era un lugar apartado y silencioso.

Tras unas semanas paseando de diario por allí pude observar como el anciano ya no iba a la socarreña ni laboraba la tierra. Estaba cojo y muy impedido. Deducí rápidamente que padecía problemas de cadera. Lo cual me dejaba un margen muy amplio para usar ese espacio sin que el supiera de ello. Escale por uno de los laterales mas bajos y me colé allí para ver como era. Tenia como dos niveles. Abajo, que es donde me encontraba había apilada mucha madera para el invierno. Había una mesa grande y desvencijada y había también hachas y cuchillos. En el nivel superior al que se podía acceder por una rudimentaria escalera tallada en la misma tierra había un montón de chatarra apilada durante años. Había viejas bicicletas, también había cacerolas y menaje de cocina oxidado junto con redes y cosas de pesca… había también un viejo frigorífico, idóneo para esconder un cuerpo.

En lo mas alto y apartado del pueblo, al final de aquel viejo camino de asfalto. Había una casa de construcción muy reciente. Me mofe ante la falta de medidas de seguridad. Pude espiar y pronto me di cuenta que vivía una pareja. Era joven, tendrían menos de cuarenta años. Decidí actuar por la noche, colarme en la casa y matar a ambos en un descuido. Primero, mate al chico. Por detrás, ni me vio. Era muy delgado y muy pusilánime. Nada atractivo para mi gusto. Entre en la casa y busque el dormitorio. La mujer grito. Fui donde ella y la inmovilicé. Decidí estrangularla. Tenia el pelo muy largo, de un tono cobre, facciones delicadas y también muy delgada. Cuando dejo de luchar por su miserable vida la cargué a la espalda y la baje hasta la socarreña. Volví ha subir a la casa para borrar mis huellas y deshacerme del cuerpo del novio. Busque el pozo negro. Lo abrí y tire allí su cuerpo, una vez sellado el pozo nadie olería su cuerpo en descomposición. Volví a la socarreña. Encendí velas, y me dispuse en primer lugar separe la cabeza del cuerpo. Me llevo media hora de reloj. Las demás partes del cuerpo fueron muy fáciles de extirpar. Lo metí todo en el viejo frigorífico. Limpie un poco y me fui de allí. Volví a mi casa con la idea de suicidarme. Pero cuando llegue la policía estaba allí esperando. Corrí despavorido en otra dirección. Iban armados y me dije, prefiero que me maten a que me cojan con vida. Así que, allané una tienda cercana y busque cualquier objeto cortante. Cuando un policía me arrincono intente atacarle. Me disparo a la cabeza. Caí sin vida en el acto. Casi pude ver como mi alma salía del cuerpo y el policía contemplaba mi cuerpo inerte.

Rhöd Deutsch. El Relato Surrealista.
Redactando desde el 17 de Agosto de 2012. 

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