He de continuar mi camino. Ahora lo hago con
más esperanza. Si, es posible, que mi amado, me aguarde en lo alto de aquellas
colinas que, en la altura funden su verde con la grisácea nube que en sus
brazos retiene la montaña caprichosa. He de aguardar pues, me llena de una
extraña y calida felicidad que en cierta manera me es familiar, el saber que
pronto volveré junto a el. Creo recordar como nos conocimos… mas si nunca lo
conté ahora podría narrarlo, mientras inicio el ascenso por esta colina.
Fue una época gris de mi vida, como las ya
acaecidas años atrás. Pero esta era diferente. Después de varios desamores, de
esos tan amargos que dejan tu espíritu y tu alma hecha añicos. Durante años y
en secreto estuve con toda clase de hombres, he de decir que todos un tanto
inapropiados. De una relación a otra y saltando de cama en cama. Era algo tan
vacío. No conectaba con nadie, así que tras el ultimo y amargo beso que me
regalo un chico de un pueblo cercana con las dulces palabras de, “no quiero
volver a verte” volví a mi casa, a mi refugio a meditar baja mi querido árbol
las horas muertas de mi vida. – Si, me gusta decir horas muertas de mi vida, es
algo muy mío –. Lo que paso fue lo siguiente. Tras unos días de lógica
depresión, salí al mundo y recupere mi rutina y monotonía. La cuestión es, que
de alguna forma el destino quiso que se cruzara en mi vida un ángel pues, desde
el momento en el que nuestras miradas se cruzaron nunca mas las apartamos. Fue
un regalo caído del cielo. Desde que empezamos ha hablar durante horas y horas,
mi soledad desapareció, mis penas, todo. Solo el calido manto de la dicha nos
envolvió. El era como yo, y por eso conectábamos tan bien, era como si,
estuviéramos hechos desde un principio el uno a la medida del otro. Era
sublime…
¡Eh! ¿Qué pasa? Me detengo aquí, llego a una
especie de meseta en mitad de la altanera soledad que me envuelve y ante mi,
como si nada, un hermoso templo clásico desvencijado por los siglos se postra
ante mi. Intente rodearle, por como no, lo único que me permitía seguir
adelante era entrar a su interior.
Me dispuse a subir hacia el templo. Cuando
llegué a la portada no puede evitar soltar una contenida expresión de asombro.
Atravesé la puerta, todo estaba sumido en una especia de úmbra infinita, mas,
cuando di dos pasos al frente, todas las teas se prendieron al unísono. Es como
si los dioses de aquel lugar notaran mi presencia y me invitaran a entrar. El
lugar era hostil, no había decoración, ni detalles relevantes que comentar.
Seguí andando, creo que pasaron varios minutos. Legue hasta la mitad del templo
aproximadamente. Había un pedestal de mármol blanco. Con tallas en la base y
por todo su cuerpo. Llevaba una exquisita decoración. Eran escenas de las
panateneas. Y lo recorrían casi por completo, desde la base hasta casi terminar
arriba…
De la nada dulce figura de diosa se torna y
aparece entre dulces tañidos de fragancias florales. Y dulce al odio me susurra
meliflua las palabras de mi sino. En ritmo lento y pausado me dice, que me
camino continúe, que de Pandora mi esperanza no pierda y que Eros, en lo mas
alto me espera. Para recibirme, siempre calido en sus brazos y ser, el perfecto
amante que de mis recuerdos dorados siempre fiel se mantuvo. Horas muertas y
castigadas de mi vida aun corazón roto que palpita por la soledad de los valles
y colinas que aguardan, con cautela los siglos del mundo que presto corren y de
mi las horas huyen y a la negra parca me lanzan.
Rhöd Deutsch. Escritos Lovecraftianos.
El Relato Surrealista.
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